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lunes, 30 de noviembre de 2020

Tomo II, CAPÍTULO XIII, ÚLTIMO PERÍODO UNIVERSIDAD AUTÓNOMA.

CAPÍTULO XIII

ÚLTIMO PERÍODO DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA.

LA POLÍTICA EN LA UNIVERSIDAD. - "LA TERTULIA PATRIÓTICA". - LIBERALES Y ABSOLUTISTAS. - INTENTOS DE SUPRESIÓN DE ESTA UNIVERSIDAD. - GESTIONES PARA IMPEDIRLO EN DIVERSAS ÉPOCAS. - PROPÓSITOS FRUSTRADOS DE SUS ENEMIGOS.

En lo que a la enseñanza se refiere, relatado queda ya todo cuanto podíamos decir, en los diversos capítulos de este libro, que alcanza hasta las últimos planes de estudio de 1845 y 1857, cuando las Universidades españolas perdieron su independencia.

Vamos a estudiar en éste algo que no es docente, pero que está íntimamente relacionado con el ambiente de la época, el cual envolvió a nuestros universitarios; son los últimos momentos de nuestra Universidad autónoma y libre.

Hubo un período en la Historia moderna de nuestra patria, verdaderamente tormentoso; nos referimos a las enconadas luchas entre liberales y absolutistas; entre los partidarios de la Constitución hecha en Cádiz, en plena guerra con el francés, y los que, enemigos de esas Cortes y de esa Constitución, querían a todo trance el gobierno absoluto de Fernando VII. No vamos aquí a reseñar esas luchas entre unos y otros partidarios, pero sí la parte que en ellas tomó nuestra Universidad, la cual no pudo o no supo sustraerse a ellas.

Terminada la guerra de la Independencia, se sentó Fernando VII en el trono de sus mayores; pero no por eso gozó de paz España y de tranquilidad: las luchas políticas y religiosas enconaron los ánimos, desataron las pasiones de tal modo, que nuestra desventurada patria fue teatro de sangrientas escenas, de hechos cruentos que llevaron a todos los ámbitos la perturbación y el desorden.

Fernando VII, aquel Monarca tan "deseado" por sus súbditos y por el que se vertieron torrentes de sangre española, comenzó su reinado aboliendo la Constitución, que en un principio había jurado, dando comienzo la batalla entre liberales y realistas, que ocasionó gran número de víctimas y que tuvo su primer desenlace en la sublevación militar acaudillada por Riego y Quiroga, que estalló en Las Cabezas de San Juan, el 1.° de enero de 1820, y cuya conspiración se propagó a varias ciudades, entre ellas Zaragoza; estos hechos obligaron al Monarca español a abolir el Santo Oficio, restablecer la Constitución del año 1812 y convocar Cortes.

Ya en 1814 la Universidad había elevado a las Cortes el siguiente mensaje:

"Señor: La feliz traslación del Gobierno español al centro de la Península, tan vivamente deseada por todos los buenos, excita los patrióticos sentimientos del Claustro de esta Universidad, que dirige sus votos a los representantes de aquella nación leal y vizarra que dio exemplo a las demás de Europa en constancia 7 energía para sacudir el yugo francés. = Dígnese V. M. recibir la gratitud y memoria de este Cuerpo Literario, por sus desvelos en favor de la Monarquía y por las gracias particulares que ha dispensado a esta Escuela. = Nuestro Señor prospere a V. M. como necesita la Patria. = Zaragoza, febrero 12 de 1814. = Por el Claustro de la Universidad Literaria... = A. S. M., Las Cortes Generales". (Fol. 157, G. núm. 45).

De su presentación se encargó el diputado D. Juan Francisco Martínez, el cual pocos días después mandaba a la Universidad la siguiente carta:

(Lámina 14, pág. 407. FERNANDO VI (es el VII). (Fot. Mora). Retrato de Goya, Museo Provincial.)

"Illmo. Señor: Muy señor mío y de todo mi respeto: Hoy se ha dado cuenta en el Congreso de la exposición de V. S. I. felicitando a las Cortes por su traslación a esta capital de la Monarquía, y se ha puesto en el acta el Decreto acostumbrado de haberla oído con agrado. = Con esto creo haber satisfecho puntualmente el encargo que V. S. I. se ha servido hacerme, y deseo complacerle en asuntos de mayor entidad. = Dios guarde V. S. I. muchos años. = Madrid 19 de febrero de 1814. = Illmo. Señor: B. L. M. de V. S. I. su más atento servidor y cap.n Juan Francisco Martínez. = Illmo. Sr. Rector y Claustro de la Universidad de Zaragoza". (Fol. 163, G. núm. 45).

El triunfo de los liberales provocó las consiguientes manifestaciones patrióticas, fundándose centros y sociedades en muchas poblaciones, en los cuales se ensalzaban los principios de Libertad y Constitución.

En 13 de abril de 1820 se había fundado en la nuestra por todos los amantes del sistema constitucional una Sociedad patriótica (1), que ese mismo día tuvo su domicilio social en el Teatro mayor (Paraninfo) de nuestra Universidad, según acuerdo del Claustro, que por unanimidad dispuso franquearlo a los socios de la misma. (Fol. 107, G., núm. 52).

En 26 de octubre de ese mismo año las Cortes relevaron a los sesenta y nueve exdiputados de las ordinarias de 1814, que firmaron el manifiesto o representación al Rey y que llevaba la fecha de 12 de abril de aquel año.

A dichos exdiputados se les privaba de todos sus empleos, cargos públicos, pensiones, honores y condecoraciones; entre ellos se hallaba el doctor de este Claustro Universitario y arcediano de Daroca D. Juan Francisco Martínez; el jefe político de la Región lo comunicó a la Universidad, para que ésta exonerara a dicho señor.

En 3 de agosto ya vemos a los milicianos que piden, y se les concede, autorización para que en los patios de la Universidad hagan el ejercicio de armas de sargentos y cabos (fol. 124, G., núm. 51) y en 10 de diciembre del siguiente año se acuerda por el Claustro facilitar el Teatro, para que en él celebren sus reuniones los electores del partido.

(1) Reglamento | formado por la Sociedad patriótica | de la Ciudad de Zaragoza | aprobado | en las sesiones celebradas en los días catorce y quince de Abril. | Impreso por disposición de la misma. | (Adornito). - En la Imprenta de Andrés Sebastián | año 1820. - 8.°; 20 págs. con portada. - (B. S. Carlos, Zaragoza).

La Tertulia patriótica, aquella Tertulia que hemos dejado instalada en el Paraninfo de nuestra Universidad, llegó un día en que el retrato del Monarca Emperador Carlos I, instaurador de este centro de enseñanza, y que ocupaba el testero principal, molestó a los socios que la formaban, porque en el reinado de aquel Emperador estuvieron muy oprimidas las libertades patrias; y llevaron su audacia a pedir, por medio de los asesores de la Universidad, que ésta quitara del sitio donde se hallaba colocada la efigie del augusto monarca, y el asunto se trató en Claustro celebrado el 15 de marzo de 1822, bajo la presidencia del Rector D. José Antonio Marco, y en él los asesores expusieron que los individuos de la Tertulia miraban con extrañeza que en la sala del Teatro Mayor, donde celebra sus sesiones, estuviera colocado al frente el retrato del Emperador Carlos V (1), y el Claustro, dócil y complaciente, acordó sustituirlo con el de Fernando VII, y si éste no se hallaba muy a mano con el del fundador Cerbuna, aunque fuera poniendo un obispo cualquiera con una inscripción al pie que diga que es Cerbuna.

Para qué hacer comentarios; los lectores los harán del grado que gusten.

Rápidamente varían los acontecimientos en España; los cien mil hijos de San Luis, al mando de Angulema, toman a Cádiz, donde se habían refugiado las Cortes y el Rey, que se había visto obligado a asistir a ellas; disuelven las primeras, libertan al segundo que empieza a ejercer, nuevamente, su poder absoluto (30 de septiembre de 1823), declarando nulo todo lo hecho desde el 17 de marzo de 1820 y vemos que nuestra Universidad pasa rápidamente de constitucional a absolutista.

(1) Hasta tiempos muy modernos estuvo arrinconado el retrato del Monarca Emperador, del que erigió la Universidad de Zaragoza; en el manuscrito ya citado varias veces "Registro de las reformas y sucesos notables...", al fol. 56, se dice: "De la numerosa Galería que ostentaba el Claustrillo de la Universidad de Cerbuna, sólo uno respetaron las minas francesas: el retrato del magnífico Emperador Carlos Quinto. Maltratado por aquel suceso y por incuria (el que escribió estas líneas ignoraba el acuerdo del Claustro) recientemente, el Rector Sr. Hernández Fajarnés acordó su restauración, encomendándola al insigne pintor D. José González, quien la hizo de manera tan hábil y primorosa (aparte la economía de la difícil obra) que dicho retrato, además de veneranda y única reliquia de la antigua Universidad, que tributó este homenaje al invicto César, es testimonio perenne de la gratitud debida a quien acordó instituirla años antes de que Cerbuna la fundase en el solar de los antiquísimos Estudios de Zaragoza". Hoy ocupa ese retrato el testero principal del salón de actos de la facultad de Derecho.

Queda disuelta la Tertulia patriótica; de sus papeles se incauta el Claustro, según órdenes superiores; por el Inventario de ellos, que publicaremos oportunamente, vemos que Valero Roces, bedel de la Universidad, cobraba y pagaba cantidades de la Tertulia, como si en ella ejerciera las funciones de conserje.

En 9 de junio de 1823, y cumpliendo las recibidas de la Regencia, el Claustro acuerda que en la Capilla de la Escuela se celebre un aniversario en sufragio de las almas de los que han muerto en defensa del Altar y del Trono; tuvo lugar dicha solemnidad religiosa el 16 del expresado mes, invitándose al Ayuntamiento.

En 30 del mismo mes se acuerda felicitar a la Regencia por su instalación; enviándola el siguiente documento:

"Serenísimo Sr.: El Rector y Claustro de la Universidad literaria de Zaragoza se apresura a ofrecer a V. A. S. el homenaje más respetuoso por su gloriosa instalación, y sus más ardientes votos por la prosperidad y acierto de V. A. S. en el Gobierno de la desgraciada España, cuias riendas toma, después de sus más amargos y aciagos días. = Vacilaba el trono, caía el Altar, y la Nabe del Estado iba a sumergirse, quando la providencia cambió felizmente nuestra lamentable situación y se puso V. A. S. al frente de los negocios públicos. Todas suertes de dichas se esperan de V. A. S., pero principalmente la de que un día pueda entregar al Monarca el cetro de oro, que ahora le conserva en depósito, para el momento venturoso de su redención con toda la Real Familia. = El espíritu público está de parte del Rey Nuestro Señor, y por su poder anterior del 7 de marzo de 1820 y de parte de V. A. S., si así lo procura. Este cuerpo literario pedirá al Cielo todas sus bendiciones para V. A. S. y que le comunique las luces que sólo vienen de lo Alto, y que en vano se apropia el hombre reducido de su orgullo y de una infernal filosofía; los efectos funestos de estos dos falsos principios son los que tanto nos hacen llorar y han traído las lágrimas continuas a los ojos de todos los buenos españoles, siendo muchos los casos en que cada uno de ellos, como otro Iteli, no se dolía ni moría por la pérdida de sus hijos, sino por la del Arca Santa. Zaragoza. (Sin fecha). (G., núm. 54, fol. 145).

Al principio hay la siguiente nota:

"Con carta misiva al Sr. Dr. D. Josef Duaso se ha de embiar para el Martes en papel blanco lo siguiente, dirigiéndolo al Agente".

En esa misma fecha y cumpliendo una orden del Ministro de Gracia y Justicia Sr. Calomarde, se acuerda se cante en la capilla de la Universidad un solemne Te Deum en acción de gracias por la entrada en España del ejército libertador y que se hagan rogativas por la libertad y fidelidad del monarca.

Pocos días después, el 8 de julio, la Universidad acuerda pedir el restablecimiento de la Inquisición, a cual efecto se redacta, se imprime y se remite la siguiente

"Representación del Ilmo. Claustro de la Universidad Literaria de esta capital de Zaragoza A. S. A. Sma. La Regencia del Reino, en solicitud del restablecimiento del Santo Tribunal de la Inquisición. = Serenísimo Señor: El Claustro de Rector, Consiliarios y Catedráticos de esta Universidad literaria, con el más debido respeto hace presente a V. A. S.: Que si todos los españoles amantes de su Religión Católica tienen un derecho para elevar sus voces a V. A. S. por sí, o los Ayuntamientos que los gobiernan, y son los verdaderos y legítimos órganos de la voluntad general, para que se digne restablecer el Santo Tribunal de la Inquisición, con mucha más razón pueden alegarlo las Universidades literarias, y muy particularmente la de esta capital de Zaragoza, donde puede decirse con gloria, subiendo hasta la más remota antigüedad, hallarse la cuna de la fe católica que profesa toda la nación española. Las Universidades literarias, Serenísimo Señor, son las depositarías de toda doctrina y los encargados de dirigir la instrucción de la juventud, que un día ha de ocupar los primeros empleos de la monarquía.

"Las Universidades literarias son unas verdaderas auxiliares del Gobierno mismo, y de los desvelos ardientes del Santo Tribunal de la Inquisición, porque en vano trabajarían los primeros, si en las escuelas públicas, lejos de haber un concierto y armonía con sus providencias, se esparciesen semillas, que un día produjesen el amargo fruto de la impiedad y libertinaje...

"Este es un dilema infalible en nuestra España católica y religiosa, o Constitución o Inquisición; aquélla excluye a ésta por sus principios de libertad y republicanismo, y la Inquisición se opone directamente a uno y otro como dique, que contiene el verdadero libertinaje; con Constitución o Carta Constitucional, por más templada que se suponga, cae la Inquisición, y si aquéllas son contra la voluntad general de los religiosos españoles, la Inquisición es de su voto y deseo … las llamadas Cortes generales y extraordinarias de Cádiz, cuando lo extinguían en su determinación de 22 de febrero de 1813 dijeron en el artículo 2.° del capítulo 1.° El Tribunal de la Inquisición es incompatible con la Constitución; pues también los religiosos españoles dicen lo mismo en contrario sentido: No queremos la Constitución; pues queremos la Inquisición...

"Esta Universidad literaria, altamente convencida de la importancia del restablecimiento del Santo Tribunal de la Inquisición, se abstiene de hacer su defensa por creer hallarse ésta de parte de sus apologistas, bien conocidos a V. A. S. y de la benignidad y justicia en sus procedimientos y sólo presenta toda su apología en la imperiosa y precisa necesidad de su reparación. Tampoco quiere alegar por mérito que en el reinado feliz de los Reyes Católicos, el primer inquisidor aragonés, que perdió la vida por su zelo, perteneció a esta Escuela, y a este Cabildo Metropolitano, con gloria de estos dos dignos y respeta- bles Cuerpos: Por todo lo expuesto, "Suplica a V. A. S. se digne mandar el restablecimiento del Santo Oficio de la Inquisición, para la conservación de la pureza de la fe, de la moral y el Trono, en lo que recibirá singular merced, y como así lo espera del acendrado catolicismo de V. A. S. Zaragoza 8 de julio de 1823. = Serenísimo Señor. - A L. P. de V. A. S. = Dr. Gregorio Peña y Garro, Rector, y Pro- Cancelario. = Siguen las firmas de los Consiliarios y Catedráticos. = Gregorio Ligero, Secretario. (Al pie). = Con Licencia | en Zaragoza: En la Imprenta de Miedes, | año 1823, 2 hojas folio", (B.U.Z., G., núm. 54, fol. 134).

Pero la fiebre absolutista de nuestros universitarios de aquella época llega a más todavía: se acuerda enviar a la Regencia la siguiente representación, pidiendo que no haya Cortes:

"Serenísimo Señor: El Rector y Claustro de la Universidad literaria de Zaragoza, en el Reyno de Aragón, a V. A. S. con el más profundo respeto expone: Que por demasiado pública ha llegado a herir sus oídos la voz casi general y melancólica de que al regreso de S. M. al Trono de sus mayores podrán establecerse Cámaras de Diputados con carta Constitucional, sin que se le permita sentarse en él, con aquella magestad de que gozaba antes del 7 de marzo de 1820.

"No permita V. A. S. este gran desastre, que vendría a ofrecer el triste resultado de querer curar una enfermedad política, que la harían incurrir en otra semejante.

"Imperium multorum hand bona res, decía ya Homero en su famosa Iliada, Rey unicus esto, infiriéndose que no debe haber sino un Imperante, de modo que el Rey no sea sólo un mero ejecutor de las Leyes que la multitud formó; los gritos, las opiniones y dictámenes encontrados están diametralmente opuestos a la calma que ha menester el Solio de la Ley.

"A un solo centro, Serenísimo señor, deben dirigirse todos los puntos de la circunferencia que forma la rueda del Estado, y nunca salió templado un instrumento que manejaron muchas manos con diverso tacto y sensaciones diferentes.

"El Monarca, uniendo en sí todas las atribuciones supremas, evita y contiene de un solo golpe las incorrecciones y tumultos populares, y el secreto en los Consejos y en las mismas providencias con la uniformidad, actividad y claridad en su ejecución, no son ni pueden ser los caracteres de un Gobierno representativo, donde las pasiones se hallan siempre en choque y agitación, sino del de uno solo independiente y absoluto. Por tanto,

"A. V. A. S rendidamente suplican se sirva impedir de todos modos el Establecimiento de Cámaras o Carta Constitucional, y que sea sorprendido sobre este importante asunto el ánimo de S. M. a su regreso al Trono en el momento dichoso de su libertad, por convenir así a la Religión y a la Patria. - Zaragoza 20 de septiembre de 1823". (Rubricado). (G., núm. 54, fol. 148).

En 10 de octubre se adorna la fachada de la Universidad por el triunfo de los 100.000 hijos de San Luis y la liberación del Rey, dándose comisión a los Sres. Suaso y Castiel para felicitar a S. M. en nombre de la Universidad; en 1825 (20 de octubre) se declara que los jefes y oficiales de voluntarios realistas pueden acudir a los actos literarios con su uniforme; y en 1827 se recibe y se acuerda cumplimentar en todas sus partes la Real Cédula de S. M. y Señores del Consejo, por la que se manda guardar y cumplir la Bula, que en la misma se inserta, del Papa León XII, en la cual prohíbe y condena de nuevo toda secta o sociedad clandestina, cualquiera que sea su denominación.

La muerte de Fernando VII, la elevación al trono de su hija Isabel, la protesta, a mano armada, de su tío el Infante D. Carlos M.a Isidro, protector oficial de la Universidad de Zaragoza, dieron lugar a incidentes y sucesos desagradables entre los mismos escolares, divididos en bandos, y de los cuales ya nos hemos ocupado en el correspondiente capítulo.

En 1836 la Universidad de Zaragoza, cumpliendo órdenes de la Reina Gobernadora, juraba la Constitución del año 1812 en Claustro pleno de Doctores.

***

Muchas de las Universidades españolas arrastraban, a mediados del pasado siglo, una existencia lánguida y miserable por falta de medios pecuniarios, con los cuales atender dignamente a las dotaciones de sus cátedras; pero encastilladas en sus privilegios pugnaban por sostenerse contra todo y contra todos, a pesar de su escasa matrícula y de lo mermado de sus rentas.

Los diversos planes de estudios, dados en la primera mitad del siglo XIX y que iban lentamente centralizando la enseñanza e hiriendo de muerte la autonomía universitaria, no era suficiente para que determinados centros docentes comprendieran la necesidad en que se hallaban de desaparecer, para que de este modo pudieran vivir más esplendorosamente, en bien de la enseñanza, los que por sus timbres de gloria y sus medios económicos podían desenvolverse con más amplitud e independencia.

Cerca de cuarenta Universidades llegaron a existir en España: tuvieron Universidad Alcalá, Almagro, Ávila, Baeza, Barcelona, Cervera, Estella, Gandía, Gerona, Granada, Huesca, Irache, Lérida, Lucena, Luchente, Madrid, Murcia, Oñate, Orihuela, Oropesa, Osma, Osuna, Oviedo, Palencia, Palma de Mallorca, Pamplona, Sahagún, Salamanca, San Cristóbal de la Laguna en Tenerife, Santiago, Sevilla, Tarragona, Toledo, Tolosa, Tortosa, Valencia, Valladolid, Vich y Zaragoza.

La de Palencia desapareció muy pronto; la de Sahagún fue trasladada a Irache; las de Estella y Pamplona no llegaron a establecerse; de la de Tolosa, aunque dicen que se creó en 1540, no queda memoria alguna; de las de Murcia, Lucena, Luchente y Oropesa hay tan escasas noticias que no se sabe cuándo cesaron; las de Barcelona, Gerona, Lérida, Tarragona, Tortosa y Vich se refundieron en la de Cervera, desapareciendo a principios del siglo XIX la última y reapareciendo la primera; la de San Cristóbal de la Laguna no se erigió hasta fines del siglo XVIII.

A principios del siglo XIX existían las de Alcalá, Almagro, Ávila, Baeza, Cervera, Gandía, Granada, Huesca, Irache, Mallorca, Oñate, Orihuela, Osma, Osuna, Oviedo, Salamanca, Santiago, Sevilla, Sigüenza, Toledo y Zaragoza; mas como aquel plan tuvo poca vida por las circunstancias que atravesó España, subsistieron todavía algunas de ellas o se restablecieron después de la invasión francesa, hasta que la falta de recursos y las vicisitudes políticas las hicieron desaparecer.

El plan de Calomarde (1824) dejó las de Salamanca, Valladolid, Alcalá, Valencia, Cervera, Santiago, Zaragoza, Huesca, Sevilla, Granada, Oviedo y la de Toledo condicionalmente; mandando establecer una en Mallorca y otra en Canarias y dejando reducidas a Colegio-Universidad las de Ávila, Osma, Sigüenza, Orihuela y Oñate.

En 1845 existían las de Barcelona, Granada, Huesca, Madrid, Oviedo, Salamanca, San Cristóbal de la Laguna, Santiago, Sevilla, Toledo, Valencia, Valladolid y Zaragoza.

Por fin, en la reforma de aquel año, se suprimieron las de Huesca, Toledo y San Cristóbal, erigiéndose a Madrid en Central de todas las facultades, y quedando las de Barcelona, Granada, Oviedo, Salamanca, Sevilla, Valencia, Valladolid y Zaragoza con más o menos facultades; éstas son la Universidades que subsisten hoy, más la de Murcia, de reciente creación, y la parcial de La Laguna.

Tres veces estuvo la de Zaragoza amenazada de muerte: la primera, en 1829; la segunda, en 1836, y la tercera, en 1855.

Ya en los diversos estudios que se venían haciendo por los gobiernos de aquella época, para dotar a España de planes generales de enseñanza, entraba en la mente de los legisladores la supresión de ciertas y determinadas Universidades por las causas que hemos expuesto al principio de este capítulo; a este fin se les había pedido a todas datos estadísticos de los fondos y rentas con que contaban, del número de sus facultades y cátedras, sueldos de sus profesores e ingresos por matrículas y grados.

En 6 de octubre de 1829, en Claustro general, expuso el Rector que a su noticia habían llegado informes, que consideraba autorizados, de que se trataba de suprimir la Universidad de Zaragoza; la Junta de arreglo, atendiendo a la urgencia del caso, había redactado un memorial para el Monarca, en el cual se solicitaba se dejara sin efecto tal medida; también se había solicitado del Infante D. Carlos M.a Isidro, como protector de la Universidad, pusiera en juego toda su influencia cerca del Rey, para evitar lo que tal vez iba a ser pronto una realidad; también expuso el Rector se habían dirigido apremiantes cartas a diversos personajes, amantes unos, hijos otros de esta Universidad, para que apoyaran las peticiones hechas. No figuran en los libros de Gestis ni el borrador de la solicitud al Rey, ni el memorial dirigido al Infante, pero sí la carta que copiamos a continuación del Secretario de S. A., y que dice así:

"Recibí a su tiempo la carta que V. S. me escribió como Rector de la Universidad literaria de Zaragoza, de acuerdo de su Claustro general, en que me incluyó una reciente exposición del mismo al Serenísimo Señor Infante Don Carlos, dirigida a manifestarle su gratitud por la protección que S. A. le había dispensado quando se trató DE SUPRIMIRLA, A LA QUAL CONTRIBUYÓ EN GRAN PARTE EL HABERSE FRUSTRADO EL PROYECTO DE LA SUPRESIÓN.

"Así que la recibí la puse en manos de S. A., haciendo lo mismo con la misiva, y tuvo especial gusto y satisfacción en leerla. Sus deseos son, como lo han sido siempre, los de aprovechar quantas ocasiones se le ofrezcan de emplear el influxo que pueda tener en la conservación de los Cuerpos y los establecimientos útiles que el Rey N. S. se ha servido poner baxo su protección; y entre ellos la Universidad de Zaragoza es uno de los que le merecen más particular atención: TOMÓ, PUES, UN VERDADERO INTERÉS EN APOYAR SU SOLICITUD EN AQUELLA CRÍTICA OCASIÓN, y lo tomará siempre que pueda ser necesaria su mediación para facilitar la subsistencia y la prosperidad de esa ilustre Escuela.

"Como Secretario de Cámara de S. A. tengo la honra de hacerlo saber de su orden al Claustro por medio de V. S. para su inteligencia y satisfacción, y como individuo de él por mis grados de Maestro en Artes y de Doctor en ambos Derechos; QUANDO SUPE SE TRATABA DE SU SUPRESIÓN, ME APRESURÉ A CUMPLIR MI DEBER, HACIENDO INMEDIATAMENTE QUANTAS GESTIONES ESTUVIERON A MIS ALCANCES PARA IMPEDIRLO; y lo mismo haré siempre que el Claustro me considere útil al apoyo de sus justas solicitudes, pues con- tribuiré gustoso, no sólo a la conservación, sino a las mejoras y al lustre de una Escuela a quien debo la parte más principal de la instrucción científica que adquirí en mi primera juventud.

"Sírvase V. S. hacerlo así presente al Claustro general, renovándole con este motivo las veras de mi decidido afecto y de toda mi consideración. = Dios guarde a V. S. muchos años, = Madrid, 7 de noviembre de 1830. = Pascual Vallejo. = P. D. Anteayer me devolvió S. A. la carta de V. S. que se le había traspapelado; por eso he tenido que diferir hasta ahora mi contestación a ella. = (Rúbrica). = Sr. D. Joaquín de Cistué, Rector de la Universidad literaria de Zaragoza".

Por tal carta claramente se ve que los rumores eran muy ciertos y que sin la protección del hermano del Rey la Universidad de Zaragoza hubiera sido suprimida.

Nuevamente se puso sobre el tapete esta cuestión el año 1835, es decir, cuando en Madrid se elaboraban proyectos de enseñanza y nuevos planes de estudio. En Claustro celebrado el día 8 de octubre se trató de los rumores esparcidos sobre supresión de algunas Universidades y entre ellas la de Zaragoza; el Claustro acordó todas aquellas disposiciones encaminadas a evitar tan descabellada medida, que la mente de algún legislador acariciaba; hay que tener en cuenta que la Universidad no tenía ya su valioso protector, que había empuñado las armas contra Doña Isabel II.

El Claustro envió a la Reina el siguiente memorial:

"Señora: El Rector, catedráticos y doctores de la Universidad literaria de la heroica Zaragoza, después de tributar a S. M. sus más profundos respetos, hacen presente: = Que ciertas voces esparcidas sobre supresión de esta Universidad literaria, han afectado de alguna manera el civismo de los zaragozanos y con mayor intensión el de los individuos de la misma, sin que se les presente otro medio para mitigar su dolor, que depositarlo, cual hijo afligido, en el pecho tierno de su cariñosa madre. ¿No lo son ciertamente Isabel II y su Augusta Madre Cristina, de los españoles todos, de los aragoneses, de los zaragozanos?

"Los que suscriben. Señora, llenos de una idea tan dulce y consoladora y comisionados por el Gremio y Claustro de la misma Universidad, van a manifestar a V. M. las razones de apoyo y conveniencia pública para la continuación de esta Academia literaria y para que sea una de las que subsistan en el nuevo sistema que pueda establecerse; mas procurarán hacerlo. Señora, con toda aquella precisión que les sea dada, no sólo por molestar menos a V. M., cuanto que bástale a un hijo contristado descubrir la pena a su madre.

"Zaragoza, Reina y Señora, la inmortal Zaragoza, como capital antigua del Aragón, y cuya Universidad se data de la antiquísima época de César-Augusto, su fundador, tiene todas cuantas oportunidades y conveniencias físicas, morales y políticas pudiera haber tenido la famosa Atenas, cuna en un principio, y emporio en su progreso, de todas las ciencias.

"Una situación geográficamente ventajosa, poco distante de las provincias de Cataluña, Navarra, Rioja, Soria y otras; un clima saludable, casas espaciosas y cómodas, comestibles baratos. Silla arquiepiscopal con un numeroso Cabildo eclesiástico, que en sus dos Templos metropolitanos y magníficos, tributa el culto a su Dios, con aquella pompa y magnificencia que le son debidas; un Tribunal Superior de Justicia, en que los Tirones de Jurisprudencia, y aun los más adelantados pueden aprender y reducir a práctica todos sus preceptos teóricos; un Hospital Real y general en que los estudiantes de medicina encuentran un teatro anatómico, y el campo más vasto para practicar, ampliar y extender los conocimientos de la ciencia más interesante a la Humanidad; una Sociedad Económica de Amigos del País, en que se enseñan las Matemáticas, Economía civil y de Comercio, Química, Botánica, Agricultura y Dibujo; una Real Casa de Misericordia, que entre los desvalidos que abriga en su seno por fundación antigua del arzobispo Luna mantiene treinta plazas de estudiantes para otros tantos pobres, con una plaza de toros que ofrece en el curso del año varias diversiones de equitación y equilibrios, cuyos rendimientos ceden a beneficio de los hospicianos; unos paseos sumamente deliciosos; un coliseo moderno, que sobre aumentar el fondo de los propios de la ciudad, en el pie que se halla establecido en esta Capital, puede mirarse como una escuela práctica de todo linaje de virtudes, y servir por lo mismo de esparcimiento a la juventud estudiosa, que acaso no habiéndolo, podría entregarse a otras distracciones menos económicas y conformes a la moral; una Comandancia general de las armas, cuya aptitud imponente es bastante para tener a raya la fogosidad más ciega de la inconsiderada juventud escolar, aunque la de esta Universidad se ha comportado hasta el día, amante en extremo del orden, y sumisa a las autoridades constituídas; un no se qué. Señora, de clima tan fausto y propicio a las ciencias y estudios, que si no temiéramos molestar demasiado la atención de Vuestra Majestad, ni ofender de otra parte la delicadeza de tantos personajes, acompañaríamos, con mucha honra de esta Universidad, un catálogo muy numeroso de Barones muy esclarecidos e insignes por su ciencia y saber, hijos de la misma, que actualmente y al lado del Trono de V. M. se hallan prestando a la nación española servicios muy importantes en el Gobierno, Estamentos, Concejo, Tribunales; mas baste, Señora, con lo dicho.

"Pues todo este semillero tan fecundo de hombres esclarecidos, todas estas ventajas y conveniencias tan recomendables, todas, todas, Señora, desaparecerían con la velocidad de un relámpago, con la supresión de esta Universidad literaria. Y en un caso tan terrible, además, ¿por qué vía ocurrían a su natural y precisa subsistencia, un sinnúmero de familias huérfanas y desvalidas a resultas de ambos asedios, que en el día la cifran en el hospedaje que prestan a los estudiantes? ¿Cómo concluir la carrera literaria sus hijos, que solamente pueden verificarlo en sus hogares, por falta de medios para trasladarse y mantenerse en otros puntos? ¿Qué fruto sacaría ya la Universidad de los gastos enormes que tiene emprendidos para cerrar las brechas que en su dilatado edificio abrió el furor de la misma guerra? ¿Cómo reedificarse esas casas situadas en los extremos de esa capital invicta, arruinadas al embate del horrísono cañón enemigo, asestado contra Zaragoza, por la invasión y saña más ecsecrables?

"Los suplicantes, Señora, poniendo la mano en su pecho, se atreven a asegurar a su amada Reyna, que la conservación de esta Universidad literaria es el mejor antídoto para enjugar las lágrimas que todavía manan de los ojos de tantos desgraciados, y cicatrizar las heridas, que aun se ven abiertas en los corazones de los Numantinos modernos, con motivo de la guerra de la Independencia. = Es verdad, Señora, que los fondos de esta Universidad literaria sufrieron cierto menoscabo con la quiebra de las temporalidades censuarias de esta capital, y que los que tiene señalados en el día están reducidos a las pensiones de treinta mil r. v. sobre la mitra de Jaca, veinte mil sobre la de Tarazona y quarenta mil sobre la de esta ciudad, sin que se haya cobrado, después de su concesión, sino la primera, y solamente dos o tres años. Mas ¿qué es esto, Reyna munífica, en comparación de todo lo demás? Así que: = A V. M. rendidamente piden y suplican, que a beneficio de Zaragoza, la Heroica, y de tantos mártires de la Independencia nacional, se sirva mandar, que en el nuevo arreglo de Universidades literarias se cuente con la de esta capital, que tantas ventajas ofrece para todo género de Liceos, cuya gracia, protectora de las le- tras, llevará a las generaciones más remotas, a la paz del augusto Romano, el dulce nombre de Isabel II. Zaragoza 4 de Septiembre de 1835. = Señora. = Al pie del Trono de la Reyna de España se postran, con el más profundo respeto, los comisiona- dos de la Universidad literaria de Zaragoza. = Dr. Valero Tomás, Vice-Rector. = Dr. Lorenzo Español. = Dr. Juan Romeo. = Doctor Luis María Cistué, Barón de la Menglana. = Dr. Eusebio Lera. = Dr. Pedro Ortiz de Urbina. = De acuerdo del Claustro: Gregorio Ligero, Secretario. (Fols. 10 y 11 del G., núm. 66).

A la Exposición - que se hizo imprimir para poder mejor circularla - acompañaba esta carta para el ministro de Estado:

"Excmo. Sr.: Sometida al cuidado de V. E. por nuestra Augusta Reyna, la Secretaría de Estado y del Despacho del Interior, cuyo objeto es promober el bien estar y felicidad de los pueblos de España, rogamos a V. E. que al poner en las reales manos de S. M. la adjunta exposición, se sirba inclinar su real ánimo para que conceda a la heroica Zaragoza la gracia que su Universidad literaria solicita en la misma. = Ofrecen a V. E. su atención y respetos. = Zaragoza 4 de septiembre de 1835. = Excmo. Señor". (Borrador). (Fol. 12, G. núm. 66).

Además remitió la exposición dirigida a S. M., a los siguientes señores, para que se sirvieran apoyarla:

D. Pedro Foz, Arzobispo de Méjico, del Consejo de Gobierno; D. Ramón Pelegrín, Decano de la Sección de Gracia y Justicia del Consejo; D. José Canga Argüelles, de la Sección interior del Consejo; D. Eusebio Bardají, Decano de la Sección de Estado del Consejo Real; D. Pedro González Vallejo, Obispo y Prócer del Reino; M. I. Sr. Dr. Fermín Gil de Linares, Ministro de la Real Audiencia de Madrid; M. I. Sr. Dr. Marcial Antonio López, Fiscal cesante de la Real Audiencia de Madrid; señor don Santiago Tejada, Jefe de la Facultad, de la Secretaría de Gracia y Justicia.

El borrador de la carta a estos señores dirigida dice así:

"Excmo. Sr.: Movida esta Universidad literaria por ciertas voces de supresión de la misma en el nuevo arreglo que puede establecerse, ha dirigido a S. M. una reberente esposición a favor de su continuación, cuya copia acompaña a V. E. = Este Cuerpo, que tanto se honra de contar a V. E. entre sus individuos, se lisonjea igualmente de que se serbirá interponer su poderoso influjo para que no se pribe de vida a nuestra madre común literaria. = Dios guarde a V. E. muchos años. = Zaragoza, septiembre de 1835. = Excmo. Señor" (1).

(1) En 30 de marzo de 1836 se trató en Claustro la importante cuestión de Protector de la Universidad y se acordó que en Madrid hubiera una Comisión, con carácter permanente, de Individuos de esta Universidad, con un Presidente y un Secretario, "en la forma que la tiene la Real Sociedad Aragonesa".

Nuevos temores hubo de supresión de esta Universidad el año 1855; el 10 de mayo de ese año, el Rector citó a una reunión a todos los catedráticos para manifestarles tenía noticias fidedignas de que las Cortes constituyentes trataban de que en España quedaran sólo cinco Universidades y que podía ser que ésta fuera suprimida. Se convino, por todos, que era necesario obrar con prontitud y energía, nombrándose una Comisión compuesta de los doctores Ballarín, Alacanó, Delgado, Andreu y Lesarri, en representación de todas las facultades, los que, bajo la presidencia del Rector, se avistaron con el Ayuntamiento para que, como Patrono de la Escuela, uniera a ésta sus gestiones. Se escribió al Duque de la Victoria, Presidente del Consejo de Ministros, haciéndole ver lo funesto que sería para esta población que se suprimiese la Universidad literaria y suplicándole que interpusiera toda su influencia y prestigio en el Gobierno, para que no cesara en sus funciones este Centro de enseñanza, enumerándole las razones que para ello había.

La Diputación provincial secundó también estas gestiones, a pesar de que la Universidad no se había puesto en contacto con ella.

Pocos días después recibió el Rector una carta del diputado D. Claudio Moyano, diciéndole que la Asamblea constituyente había aprobado una proposición suya en la cual pidió que no se suprimiera ninguna de las actuales Universidades, dándose por terminadas las gestiones a la solución favorable de este asunto encaminadas.

fue respetada nuestra Universidad en todos los planes de estudio elaborados en esas épocas; desaparecieron algunas que fueron sus enemigas y que procuraron siempre el menor lustre de este Centro docente, pero Zaragoza continúa teniendo su Universidad, aquella Escuela fundada a costa de tantos afanes y sacrificios y sostenida por el patriotismo de sus hijos.

No creemos que en los tiempos que corren pueda desaparecer ni ver mermadas sus enseñanzas; cuando al fomento de la cultura patria deben dirigir sus mayores anhelos todos los gobiernos, sean cuales fueren sus ideales políticos, no debe pensarse ni en supresión de facultades ni de centros docentes.

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