CAPÍTULO XI
EL COLEGIO DE SAN COSME Y SAN DAMIÁN Y
LA UNIVERSIDAD.
LA MEDICINA EN ZARAGOZA. - LA COFRADÍA DE SAN COSME Y SAN DAMIÁN. VARIAS ORDINACIONES DE LA MISMA. - CONCORDIAS CON LA UNIVERSIDAD. - DIFERENCIAS CON LA MISMA POR EL GRADO OSSERA. - DON JUAN DE VIDOS Y EL COLEGIO DE MÉDICOS. - ALGUNOS DATOS SOBRE LA MEDICINA EN ESTA CIUDAD EN LOS SIGLOS XVII Y XVIII.
Hace muchos años que la Historia de la Medicina española se hallaba aún envuelta en oscuridades; pero gracias a los trabajos de algunos celosos investigadores, especialmente los Sres. Morejón y Chinchilla (1), poco queda ya que saber en esta parte, y fuera tan inoportuno como inútil hacer aquí un amplio estudio de las vicisitudes que ha experimentado entre nosotros la ciencia de curar; aunque sí haremos un ligero bosquejo que sirva de introducción a la reseña que haremos acerca de la Medicina en Zaragoza y especialmente del Colegio de San Cosme y San Damián.
(1) Hernández Morejón (A): Historia bibliográfica de la Medicina española. - Madrid.
(Viuda de Jordán e hijos. - José Rodríguez); 1842- 52. - 7 vols., 8.° mlla. Chinchilla (A): Anales históricos de la Medicina en general y biográfico- bibliográficos de la española en particular. - Valencia: López y Comp.ª y José Mateu Cervera, 1841-1846; 4 vols., 4.° mlla.
- Anales históricos de la Medicina en general y biográfico - bibliográficos de la española en particular. - Historia particular de las operaciones quirúrgicas. - Valencia: López y Comp.a, 1841.
En general, la Medicina española ha seguido a las demás facultades en sus períodos de esplendor y decadencia; que, como ellas, floreció en los siglos XV y XVI;como ellas sufrió las influencias del escolasticismo y llegó a participar de su carácter abstracto; como ellas decayó notablemente en el siglo XVII, y como ellas recibió nuevo impulso con los esfuerzos que en el reinado de Carlos III se hicieron para sacar del abatimiento en que yacían todos los ramos del saber humano.
Si hubo en España escuelas de Medicina durante la dominación goda, es cuestión que poco interesa a nuestro actual propósito, pues que las creadas posteriormente a la irrupción sarracena y conservadas hasta nuestros días, no reconocen aquel origen. El clero godo se había apoderado de la instrucción en todos sus ramos, y no solamente consta que él era quien enseñaba la Medicina, sino quien la ejercía casi exclusivamente, ya como obra de caridad y misericordia, ya como medio de extender y consolidar la omnímoda influencia a que aspiraba, ya como recurso para acrecentar sus riquezas. A los procedimientos curativos transmitidos por la antigüedad y enseñados a manera de ciencia empírica, agregáronse otros nacidos de las ideas y tendencias clericales, concediéndose al milagro lo que el Arte no alcanzaba y apoderándose de éste la superstición y el fanatismo, origen de escándalos que por fin llamaron la atención y corrección de la Iglesia hasta prohibirse por varias leyes y cánones el ejercicio de la Medicina a los sacerdotes, si bien con el tiempo se permitió que algunas religiones se dedicaran, como lo hacen hoy todavía, a la asistencia de los enfermos.
La invasión de los árabes vino a poner término a lo que entonces existía, naciendo una nueva era para las ciencias médicas, era en la que variaron del todo, así su enseñanza como su ejercicio. La Medicina fue cultivada por los musulmanes con singular esmero y esplendor y a ninguna otra se dedicaron con tanto ardor y entusiasmo.
(Lámina 11, pág. 363. De la obra "Actas de San Cosme y San Damián", de R. Casalbón. (Madrid, Imp. Real, 1785).
Estudiaron y tradujeron todas las obras de los griegos y adelantaron mucho los conocimientos que éstos habían dejado, sobre todo en la materia médica, pues además de descubrir nuevas plantas salutíferas, introdujeron el uso de los remedios químicos. Su ciencia, no obstante, participó de dos defectos esenciales: el uno, debido a sus doctrinas filosóficas, y originado el otro de la prohibición que sus dogmas religiosos les imponía, no solamente de disecar los cadáveres, sino también de dedicarse a las artes del dibujo, por cuya razón, sobre no hacerse ninguna clase de estudios anatómicos, carecían hasta de figuras que representaran la imagen de los objetos que observaban y nunca tuvieron en esto más conocimientos que los transmitidos por Galeno.
El mayor servicio fue el establecimiento de Academias, donde saliendo la enseñanza del estudio privado, rompiendo las trabas de la rutina y del empirismo, se instaló en escuelas públicas, confiadas a profesores ilustres y teniendo por base la explicación de las grandes obras que la antigüedad había legado. Estas escuelas, muy superiores a cuanto la antigüedad conoció, auxiliadas con todos los medios que la ciencia entonces alcanzaba, y generosamente protegidas por los califas y emires, sirvieron de modelo a las que entre los cristianos se fundaron.
Sobre todas brillaba la de Córdoba, a la cual acudían alumnos hasta de las más remotas regiones; seguíanla en fama las de Sevilla, Toledo, Granada, Zaragoza y Murcia, e hijas de ella fueron las de Salerno, Montpellier, Osnabruck (Osnabrück) y otras que principiaron a tener celebridad en Europa y cuyas cátedras solían estar regentadas por los mismos musulmanes.
Con igual ardor cultivaron los judíos las ciencias médicas, manantial para ellos de grandes riquezas y base de la omnímoda influencia que llegaron a alcanzar en todas las cortes cristianas, en los castillos feudales y hasta entre el mismo pueblo, que, a pesar de odiarles, se veía en la precisión de tolerarlos. A tal punto llegó su crédito, que hasta el establecimiento de las Universidades en Castilla y Aragón eran casi los únicos que ejercían los diferentes ramos de la Ciencia de curar, no apareciendo que los antiguos Estudios generales diesen grande importancia a esta enseñanza, por más que entre sus cátedras se encuentren ya algunas de Medicina.
En Zaragoza fue célebre en el siglo XV una estirpe de judíos conversos que dio gran lustre a la Medicina en nuestra Ciudad. Pedro de la Cabra, "el viejo", jefe de ella, era un judío de Teruel llamado Nadazam, alias "Malmerca"; hecho cristiano, se vino a vivir a esta población; casado con Brianda de la Caballería, también judía, tuvo de ella un solo hijo, llamado, como su padre, Pedro de la Cabra, y para distinguirle de él, designado "el joven"; éste ejerció la Medicina, llegó a ser Maestro Mayor del viejo Estudio de Artes, y para hacerle Cancelario a perpetuidad, dio Sixto IV su Bula el año 1474; pero oponiéndose a este nombramiento el Arzobispo y el Cabildo, el Papa la revocó dando otra, de la que ya hemos hablado, en 1476, instituyendo tal cargo a favor de los arzobispos de la ciudad.
Pedro de la Cabra, "el viejo",
como legítimo descendiente de aquellos patriarcas bíblicos que
contaban la vida por siglos, alcanzó una longevidad nada común.
Testó en Zaragoza el 11 de abril de 1491, ante el notario Miguel
Villanueva, y dispuso que se enterrara su cadáver en la iglesia de
San Francisco, En el Archivo de Protocolos de esta ciudad hay
interesantes documentos que hacen referencia a esta familia, que
dieron nombre a una conocida plazuela de esta ciudad llamada todavía
de La Cabra (1).
(1) Lou félibre d' Aülouron, núm. 2. - Mayo,
1918. - Art. "La biblioteca de un médico zaragozano en el siglo
XV", de M. (anuel) S.(errano) S.(anz).
No en todas las Universidades, al fundarse, existieron los estudios médicos, tuviéronlos con más o menos amplitud, hasta su extinción o reforma, las de Salamanca, Lérida, Valladolid, Huesca, Barcelona, Zaragoza, Valencia, Santiago, Alcalá, Sevilla, Granada, Toledo y Cervera. Húbolos algún tiempo en Gerona, Sigüenza, Gandía, Osuna y Mallorca, mas no pudieron sostenerse y las demás o no pensaron nunca en ellas o quedáronse en proyecto. La enseñanza médica en las Universidades conservó huellas profundas de su origen sarraceno. En efecto, con profesores árabes se creó nuestro primer estudio de esta ciencia en la Universidad de Salamanca; árabe fue la organización de esta Escuela modelada sobre las célebres Academias de Córdoba y Toledo, y árabes fueron los libros por los cuales se enseñaba. A imitación de Salamanca se constituyeron los demás estudios que se erigen en los reinos de Castilla y Aragón y en todos se estableció la enseñanza bajo un mismo sistema y con los mismos autores, Hipócrates y Galeno, traducidos y comentados por los musulmanes Avicena y Rasis; he aquí los libros que se leían en todas las Universidades, conservándose de tal modo el apego a ellos, siendo tan escaso el progreso, que los mismos aun servían de textos en el último tercio del siglo XVIII. Con arreglo al sistema generalmente adoptado de explicar por autores y tratados sueltos, había cátedra, o lo que es lo mismo, cursos separados de Hipócrates y Galeno, Avicena y Rasis (Abū Bakr Muhammad ibn Zakarīyā al-Rāzī), durando cada uno tres o cuatro años y asistiendo los alumnos a ellos, sin que se pensara en dar una enseñanza metódica y seguida, en la cual se fuesen presentando y desenvolviendo sucesivamente las diferentes partes de la ciencia.
Aun después de creadas las Universidades y de abundar las facultades médicas, no bastaba obtener en ellas el grado de bachiller para ejercer la profesión: se necesitaban, además, otros requisitos, teniendo los pueblos el privilegio de examinar a los médicos y cirujanos antes de admitirlos en sus respectivos distritos y no sirviendo los títulos obtenidos en una parte para ejercer en otra.
No había en esto- como en nada- una regla general, rigiéndose cada localidad por sus particulares fueros municipales. El Rey D. Alfonso el Sabio incluyó en sus partidas algunas leyes relativas a este objeto; pero D. Juan I de Castilla fue quien considerando sujeta a grandes inconvenientes la facultad concedida a los Ayuntamientos, porque con frecuencia obtenían título personas enteramente inhábiles, creó examinadores para que aprobasen o no a los aspirantes, según las pruebas que de su ciencia dieran en los ejercicios; disposición que confirmó D. Enrique III y posteriormente D. Juan II, dándole en 1442 mayor fuerza todavía. Llamóse a estos funcionarios Protomédicos y Alcaldes examinadores mayores, y el examen lo hacían por sí o por comisionados que nombraban en virtud de la facultad real que tenían. Opusiéronse en vano a estas medidas las Cortes de Zamora en 1432, y de Madrigal en 1438; la Corona sostuvo lo acordado, fundándose en que por incuria o favor tenían los justicias inundado el reino de ignorantes curanderos sin ciencia alguna, y a veces sin título, por lo fácil que era falsificarlo.
En Aragón nombraba el rey prohombres que velaban sobre el ejercicio de la Medicina en todas las ciudades, castigando con varias penas, hasta la de destierro, a los intrusos o a los que no habían sido examinados por el oficial ordinario y por los peritos de la ciudad, según se acordó en las Cortes de Monzón y Cervera, años de 1283 y 1359, y varios reyes de esta Monarquía dictaron después otras disposiciones para cortar los abusos que continuamente se descubrían.
Unidas las coronas de Aragón y de Castilla, adquirieron las disposiciones sobre este importante objeto mayor fuerza y extensión. Los Reyes Católicos en 30 de marzo de 1477 y luego en 1491 y 1498 declararon que los Protomédicos y Alcaldes examinadores mayores tenían jurisdicción para examinar "a los físicos, cirujanos, ensalmadores, boticarios, especieros, herbolarios y otras personas que en todo o en parte usaren en estos oficios y en oficios a ellos y a cada uno de ellos anexos y conexos, así hombres como mujeres". Carlos V, a petición de las Cortes, restringió esta facultad, limitándola a físicos, cirujanos, boticarios y barberos.
En el Archivo de la Corona de Aragón (R. 3.301, fol 22), hay un interesantísimo título de licenciado en Medicina; está dado en esta Ciudad el 25 de junio de 1456 por D. Juan II, a favor del judío residente en esta Ciudad Dolc Abnarrabi: Idoneum et suficientem ac expertum in artibus videlicet fisice et cirugie reperimus ex veridica relatione dicuti fisici nostri magistri Johannis de Bordalba, per quem mandato nostro fuisti examinatus.
Es decir, que el examinador por encargo del monarca fue el citado maestro Juan de Bordalba. Abnarrabi podía ejercer su profesión en todos los dominios de la Corona aragonesa a singulis terris et locis ditione ac jurisdictione dicti domini regis, y se ordena en el título a todas las autoridades y súbditos de la Corona le tengan por tal médico y cirujano.
En el siglo XIV era frecuente estudiar la medicina y cirujía con algún médico, contratándose con él para servirle de mancebo, como lo prueba otro documento muy interesante hallado en el Archivo de la Corona de Aragón (1).
(1) Nos ha sido facilitado por el catedrático de esta Universidad Sr. Giménez Soler.
"Que yo, Martín Davila, habitant en la Ciudad de Zaragoza, de grado et de cierta scientia firmome mi mismo por aprendiz e mancebo al oficio de físigo et cirurgico con vos Maestre Diego, fisigo et cirurgico, habitant en la dita Ciutat de Zaragoza, que aquesta carta yes feita entre a tiempo de tres anyos primeros vinientes siguientes et continuament complidos con tal manera et condicion que vos durant el dito tiempo mostrede a mi del dito officio de fissiga et cirugia bien e lealment por todo vuestro poder tanto quanto vos ende sabredes e yo aprender ende podre. = Et dedes a mi asi mismo comer, beber, vestir et calzar bien et sufficientment segunt que a mozo o a aprendiz conviene e tengades a mi sano et enfermo stando durant el dito tiempo. Et con aquesto vos cumpliendo todas cada unas cosas sobreditas prometo et me obligo servir vos bien et lealment por todo mi poder durant el dito tiempo et non partirme del dito vuestro servicio irado ni pagado durant el dito tiempo et si faria que me atengo que non pueda ser emperado a eglesia ni a casa de rey ni de reina ni dins manto de duenyo". - Está fechado en 3 de noviembre de 1385.
***
Desde muy antiguo teníamos en Zaragoza una Cofradía de San Cosme y San Damián y de San Valentín, "clamada de los barberos e cirurgianos de la Ciutat de Çaragoça", cofradía fundada "a efecto piadoso hoc encare que la dita cofraria a tenido a devoción e tiene el spital de los enfermos de la dita Ciutat, clamado de Santa María de Gracia".
El Hospital de Nuestra Señora de Gracia, que es hoy el provincial, fue fundado en 1425 por el rey de Aragón D. Alonso V, y en él eran admitidas toda clase de personas de ambos sexos, sin distinción de patria, ni culto y asistidos con el mayor esmero en todas las enfermedades, así agudas, como crónicas y hasta en las pestilenciales y enagenaciones mentales.
El documento más antiguo que ha llegado a nuestro poder de la Cofradía de San Cosme y San Damián es su Estatuto, aprobado en Zaragoza el 7 de marzo de 1455 por D. Juan de Navarra, ejerciendo el gobierno de este Reino por renuncia de su hermano D. Alonso V, y en el cual se providencia con mucha especialidad lo perteneciente a la facultad de Cirugía, para socorro de los pobres "nafrados" (1), que acudían al Hospital de Nuestra Señora de Gracia. La parte importante del documento dice así:
"Primerament atendient et considerant que en el Spital de Santa María de Gracia de la dita Ciudat conmunment concorre gran multitud de pobres nafrados por consiguient es necesario e razonable allí provedir de numero e sufiencia de cirugianos, por tanto deliberan ordenar que ad imperpetuum se hayan de disputar e eslegir los cirugianos de la dita cofraria uno de los antiguos que tenga obrador e cabeça de [cas] e otro de los jóvenes que tengan licencia de usar de cirugía, los quales sean tenidos durant el tiempo infrascripto a todos los nafrados pobres e otros qualesquiere que se trobaran estar en el dito Spital de los quales nafrados ni algun de ellos se puedan demandar, exhigir ni spontaneament recibir salario, prometencia ni obligación, ni otra satisfacción o remuneración alguna antes se hayan de tener por contentos con la pensión infrascripta a ellos, pagadera por los regidores del dito Spital. - E aquesto de ius pena de 100 solidos por cada un vegada, aplicadera la metat al dito senyor rey. - Item, attendient et considerant que el dito Spital ha acostumbrado e acostumbra a dar en cada un año de pensión a un cirugiano 200 solidos et considerando quel dito Spital tiene grandes carregas, por tanto por relevar el dito Spital de cargo e por intuyto de piedat ordenaren que los ditos dos confrayres cirugianos que seran deputados a la cura de los ditos nafrados del dito Spital se hagan a tener por contentos de cada 50 solidos de pensión a cada un año, pagaderos por los ditos regidores del dito Spital e que mas no puedan demandar ni haver dins la dita pena ahunque los pobres los ne dassen. - Item atendido que encara que la dita pensión sia poca empero pues el acto es meritorio, por tanto esta es razón que asi el cargo como el merito son igualmente distribuydo e compartido entre los ditos confrayres cirurgianos habiles e lo sobredito, por tanto entienden e ordenan en el día de fiesta de la senyora S.a María del mes de marzo puedan los ditos mayordomos e confraires de la dita Cofradía eslegir dos cirurgianos, el uno antigo, cabo de cas, e que tenga obrador e haya practicado 10 años, el otro joven que tenga licencia de usar de cirurgia e aquellos sleidos sean deputados ipso facto per la dita cirurgia del dito Spital; e si por ven- tura entre los ditos confrayres no se concordaban por via de election se havran qualqui differencia e discrecion entre ellos que sian feytos dos saquos o bolsas en una de las quales sian insaculados en cédulas e redolines todos los cirurgianos antiguos".
(1) Nafra, f. Aragón: Matadura, llaga
o herida que se hace la bestia, por ludirle el aparejo. - Nafrar, a.
Aragón: Matar, herir o llagar la bestia producirle nafra. - Nafrado,
nafrando. - Del anterior, alto, al, narva, cicatriz. - (Dic. gral. y
técnico Hispano-americano), por Manuel Rodríguez Navas y Carrasca,
Madrid, "Cultura Hispano- americana", 1913.
Termina el documento disponiendo que el Capítulo general se reúna el día de la Virgen de marzo (1).
En 28 de Enero de 1488 concedió nuevas mercedes a la Cofradía de San Cosme y San Damián, de Metges y Cirujanos de Zaragoza, el rey D. Fernando el Católico; la palabra Metjes, junto con el de Cofradía, que en Aragón significaba Ayuntamiento, Colegio o Congregación de médicos o cirujanos, da a entender que desde sus principios las facultades de Cirugía y Medicina iban hermanadas en este Colegio; prueba aun más esto el haber confirmado por su citado privilegio D. Fernando aquellas gracias y ordinaciones concedidas por D. Juan, su padre, y otras hechas por el mismo y la reina Doña María, su tía, que pudieron ser más expresivos de la facultad médica.
En ese privilegio del rey Católico se
concede al Colegio de Médicos de Zaragoza el establecimiento y
enseñanza de la Anatomía patológica, que las leyes y el Alcorán
prohibían a los sarracenos y era una de las poderosas causas del
atraso de esta ciencia. Dice así el citado documento (2):
(1)
A. de la C. de A., R. 3297, fol. 35.
(2) Lo copiamos de la obra Historia bibliográfica de la Medicina española, por don
Antonio Hernández Morejón, tom. I,
págs, 252 y 253, que lo da fragmentariamente y sin consignar dónde
se halla el documento.
"Nos Ferdinandus, etc. Que placia a la Magestad del señor Rey otorgar privilegio a la cofraria de Sant Cosme y Sant Damián de la Ciutat de Zaragoza las cosas infrascriptas: Primo, que toda vegada que por los metges y cirugianos de la dicha cofraria, o por los metges y cirugianos que visitaran en el Spital de Sancta María de Gracia, será deliberado abrir o anatomizar algún cuerpo muerto en el dicho Spital, lo puedan abrir o anatomizar todo o en parte agora sea de hombre, agora de muger, tantas veces en cada un any a ellos será visto, sin incorrer en pena alguna. Empero que en tal obra hayan de ser clamados los metges y cirugianos de la dicha cofraria para que hi sean los que hi querran ser, y contribuir si algunos gastos acerca de aquello se hauran de facer; y que en tal anatomización ninguna persona, de cualquier estado o condición sea, no presuma, ni ose poner empacho alguno so pena de 1000 sueldos...
"Item, que de aquí adelante, cualquiere persona que en la dicha Ciutat de Zaragoza, términos y barrios de aquella querra practicar y usar de [medicina] y cirugía se hayan de examinar por 2 metges y 2 cirugianos esleidos por la cofraria, presentes los mayordomos o el uno de los mayordomos a todo cargo de sus conciencias, y si al tal examinado lo fallaran suficiente según sus concencias, le otorguen licencia por la dicha Ciutat, términos y barrios de aquella valedera y patente con sello de la dicha cofraria, según por ella será visto y ordenado. E si alguno se fallara tan temerario, de cualquier grado, stado o condición sea que presuma y goze usar y practicar directamente o indirecta, así de medicina, como cirugía sin su licencia y examen, encorra por cada vez en pena de 400 sueldos...
"Item: Que ningún speciero, ni cirugiano, no ose despensar, ni dar medicinas ningunas, ordenadas por cualquier persona que por la dicha cofraria no sea aprobada...
"Assi mesmo que ningún speciero, ni cirugiano, no pueda ordenar, ni dar xaropes, ni medicinas ningunas laxativas, menos de ordinación de metges y si el contrario de todo lo sobredicho se fallara en aquel tal speciero o cirugiano, encorra en pena de 300 sueldos..."
Hemos de hacer constar que mucho antes
habían sido establecidos los estudios anatómicos en los dominios
aragoneses. En 3 de junio de 1391, D. Juan I, el amador de la
gentileza, firmó un privilegio fechado en el Castillo de Aytona
(famoso en la historia de Aragón porque es donde sesenta y nueve
años después estuvo preso el desgraciado Príncipe de Viana), por
el cual concedía a la Universidad de Lérida que de tres en tres
años les fuera entregado a los profesores médicos de la misma, por
las autoridades de la ciudad, un hombre de ley o estado condenado a
pena capital por sus delitos, para que, cualquiera que fuere el
género de muerte que hubiere de sufrir, se le sumergiese,
judicialmente, en el agua a presencia de todos los que quisieran
verlo, y allí mismo se le ahogara del todo, a fin de hacerse luego
su disección para el estudio de la estructura interior del cuerpo
(1).
(1) Arch. de la Corona de Aragón. Se inserta en la Colección de documentos inéditos de ese archivo, publicada por el Sr.
Bofarull.
En los Fueros de 1528 vino la prohibición general de Cofradías y Congregaciones de artesanos y personas de otros ministerios y oficios, anulando los privilegios concedidos a los mismos y declarándolos ilícitos, así como los monopolios y ordinaciones que disfrutaban; con tal motivo, el Colegio de San Cosme y San Damián hubiera cesado en sus funciones a no recurrir (1: Fueros, año 1528. De la Prohibición de las cofradías, sub. lib. 4, pág. 121, col. I.) el Hospital de Nuestra Señora de Gracia, por medio de sus Regidores, solicitando en la antigua Audiencia que se declarase "debían hacer Colegio los Médicos y Cirujanos como antiguamente y congregarse en el Santo Hospital so la invocación de San Cosme y San Damián, según estaba ya situado en él por privilegio real con facultad de hacer ordenanzas", y visto que lo dispuesto por las Cortes del Reino comprendía a tan necesario Colegio, decretó la Real Audiencia como se pedía por el Hospital, y en 4 de septiembre de 1531 se libró privilegio de esta ejecutoria por el Regente el oficio de la general gobernación, D. Francisco de Gurrea.
Sobre estos cimientos se asentaba el Colegio Médico Quirúrgico de Zaragoza cuando el Emperador Carlos V le concedió el privilegio que se llamó Imperial, para distinguirlo de los otros, el 13 de noviembre de 1536, dado especialmente para que no pudiese visitar en Zaragoza quien no fuese individuo del Colegio; para que el Cuerpo de éste examinase los cirujanos que hubieran de ejercer su profesión en la ciudad y sus barrios; para que ningún curandero pudiese curar ni fijar carteles sobre ello en los cantones sin presentarle al Colegio y pasar primero por su examen, y para que ninguno, sino los individuos de éste, ordenase medicina que hubiera de tomarse por la boca, siendo facultativo en el mismo Colegio visitar las boticas y recetarios y hacer quemar las medicinas que encontrase malas.
En conformidad de esta Real gracia se examinó el día 14 de julio de 1539 Pedro de Belchite.
El Capítulo y Consejo de la ciudad dio cumplimiento al citado privilegio en 16 de julio de 1542, y según parece permanecía en el Santo Hospital dicha Cofradía, pues en 12 de abril de 1549, los Regidores de éste subrogaron unas Cámaras (salas) y las dieron de nuevo al Colegio para que tuviese sus Juntas en ellas en lugar de otras que habían tomado aquéllos para usos necesarios del Hospital.
De todo lo expuesto claramente se deduce que el Colegio de San Cosme y San Damián examinaba y aprobaba a los que admitía en su seno hasta que se efectuó la creación de nuestra Universidad.
Por nuestros capítulos dedicados a estudiar las facultades, cátedras y planes de estudio en esta Universidad, conoce el lector cuanto se halla relacionado con la de Medicina, y habrá podido ver que el fundador Cerbuna concedía a los Estudios anatómicos la debida importancia en el primer estatuto y que en otros se llegaban a suspender las clases cuando éstas se celebraban; instituyó varias cátedras de Medicina, nombrando para desempeñarlas a tres maestros eminentes en el siglo XVI, Jerónimo Ximénez, Juan Sanz y Juan Valero Tabar, de fama este último, no sólo española, sino europea, por ser el inventor de las figuras anatómicas de seda.
Establecidos los estudios de Medicina
en la Universidad, el Colegio Imperial de San Cosme y San Damián
tenía que cesar en las enseñanzas que daba, y entonces se celebró
entre una y otro formal concordia, hecha ante el Notario Miguel
Español, menor, el 26 de junio de 1584, documento que hemos tenido
la fortuna de hallar en este Archivo de Protocolos. (Lig. 10, tomo
24, folios 142 y siguientes).
(Lámina 12, pág. 375. El
antiguo Hospital de Nuestra Señora de Gracia.)
La parte importante del documento es como sigue:
"Primo: que quien no tuviere grado de doctor en esta Universidad no sea admitido al Collegio de los Médicos y Cirujanos desta Ciudad, ni puedan visitar en ella sino fuesen médicos del Rey o vinieren asalariados para algún enfermo o estuviesen de paso.
"Item: que todos los graduados de doctores en esta Universidad sean admitidos al Collegio de los Médicos y Cirujanos sin nuevo examen, con sólo presentarse al dicho Collegio y pagar la entrada y jurar las ordinaciones del, en la manera infrascripta.
"Item: que los que de otras Universidades vinieren aquí a doctorarse, si huvieren de vivir en esta Ciudad, platyquen 6 meses con un Collegial del dicho Collegio antes de recivir el grado para que se conozcan sus costumbres sino que este tal fuese tan conocido, que merezca remitírsele este tiempo, lo qual hayan de arbitrar el dicho Sr. Rector y los examinadores.
"Item: que los que huvieren de vivir fuera desta Ciudad puedan luego ser graduados, pero cuando quisieren vivir en ella ora ha y apassado después del grado poco tiempo ora mucho, haya de platicar 6 meses con un Collegial, después de qual tiempo el dicho Sr. Rector y los examinadores de la Universidad hagan censura de sus costumbres con fabas blancas y negras y también se haga con fabas la del que viniere.
"Item: que los examinadores de la Universidad sean siempre del dicho Collegio y perpetuos en el número de 11 con el padrino, conforme al Estatuto, nombraderos por los muy Ilustres Señores, el Jurado en Capítulo desta Ciudad y el Rector de la Universidad y con el Prior de la Seo, por esta vez tan solamente quanto al dicho Sr. Prior y de allí adelante conforme a los Estatutos de la Universidad.
"Item: que los Señores Jurados de la dicha Ciudad que hoy son y serán tomen a su cargo, siendo avisados de mandar al Procurador de Zaragoza que acuse a quien curare en ella contra el thenor de las ordinaciones del dicho Collegio".
Como puede verse por esa Concordia, todos los colegiales debían ser miembros de la Universidad literaria, graduando o incorporándose en ella: hecha esa Concordia y confirmados los privilegios que el Colegio tenía por Felipe II en 21 de noviembre de 1585, despachándoles su carta comprensiva de todos con aquella cláusula tan frecuente en los de Aragón de "Sí y en quanto estéis en posesión de ellos", siguió funcionando normalmente el Colegio de Médicos de esta Ciudad.
En 1609, entre Universidad y Colegio se hizo una adición a la Concordia de 1584, encaminada toda ella a dar mayor lustre a la Medicina en Zaragoza y garantir la idoneidad de los que a tan noble profesión se dedicaran en esta población, tratando de evitarse, por ella, el establecimiento de titulados forasteros más o menos competentes, pero sin las prácticas necesarias que dentro o fuera de la Ciudad, pero siempre en el Reino de Aragón, trataran de ejercer la Medicina.
Porque se ha visto por experiencia que muchos, con el grado de Bachiller en Medicina fuera de la ciudad de Zaragoza, curan sin tener práctica alguna, lo que es en grave daño y perjuicio de la salud humana. Así dice el principio de la Concordia, y a ese tenor se impone a los bachilleres dos años de práctica después de haberse graduado de tales con médico graduado por Universidad aprobada, y así mismo que cuando reciban el grado ya mencionado, jurarán, en manos del Rector o Vice, que no curarán por sí a solas sin que hayan primero pasado por la práctica de los dichos dos años.
El mismo tiempo de prácticas se exigía a los licenciados o doctores, tanto para graduarse como para incorporar los que tuvieran en otra Universidad; sin embargo, en la Concordia se declara que el licenciado o doctor por otra Universidad, aunque no tenga las prácticas citadas, deba y pueda ser incorporado en ésta si legítimamente consta que ha curado en otras ciudades por tiempo de ocho años: los examinadores, en el acto de la incorporación, tenían el deber de preguntar al licenciado o al doctor no sólo cosas de teoría, sino de práctica (1).
(1) Esta concordia la publica D. Orencio Pacareo en las págs. 165 a 169 de su obra El pasado de Aragón, por haberla hallado en este Archivo Notarial. Lig. 16. Est. 16 en los protocolos del notario Francisco Antonio Español, 1609. Pero no vemos que por estas concordias el Colegio tratara de dificultar la acción de la Universidad, imposibilitando su ejercicio: todo lo contrario, Universidad y Colegio van a una para hacer de la medicina en Zaragoza un verdadero sacerdocio. También publica dicho señor en su obra unas interesantes ordinaciones para el ejercicio del oficio de Comadrona, cuyos estudios no se hacían, entonces, en las Universidades, facultándolas los Colegios de médicos para ello, bajo la dirección de los catedráticos de Anatomía de las mismas.
En 1617 se hicieron Ordinaciones para el régimen y gobierno del Colegio, que fueron loadas y aprobadas en 16 de enero de 1663, teniendo presente las primeras y otras de 15 de diciembre de 1649 (1).
En esas Ordinaciones y a mayor abundamiento de lo que venimos diciendo, se ratifican las buenas relaciones con la Universidad, pues en la XXX se dice: "Queremos se guarde dicha Concordia (hace referencia a la de 1609) y que el Colegio no haya de examinar sino tan solamente a los médicos y cirujanos que hubiesen de visitar en los términos y barrios de la presente ciudad, como está dispuesto en la ordinación XXI, sino en caso que por parte de la Universidad o del Rector o Vicerrector de ella, se faltase a alguna de las condiciones de dicha Concordia, que en tal caso, quedando dicha Concordia rescindida y extinta y deshecha. Queremos que el examen de los médicos que hubieren de visitar en la presente ciudad de Zaragoza, vuelva al dicho Colegio y en él se guarde la misma forma que en la Universidad, así en la probanza de los cursos, actos, exámenes, grados y examinadores y las demás cosas..."
Por lo expuesto vemos que la Universidad intervenía en la parte docente y como tal señalaba, aprobaba y concedía los títulos de Bachiller, Licenciado y Doctor en Medicina; el Colegio se cuidaba del más noble ejercicio de la profesión, exigiendo para ello prácticas y pruebas de haber curado y asistido enfermos forasteros; si alguien alardeaba de poseer, de un modo o de otro, el arte de curar determinadas dolencias, el Colegio le obligaba a practicar en el Hospital de Nuestra Señora de Gracia y que demostrara su pericia o su habilidad, y si éstas eran ciertas, se le autorizaba, aun no teniendo título de médico, para aquellos determinados casos, nunca para otras enfermedades (2).
(1) Ordinaciones | del | Colegio | de | Médicos | y | cirujanos | de la Ciudad | de Çaragoça | Hechas el año 1617 y aora loadas y aprobadas por | dicho Colegio en 16 de Enero de 1663. | En Zaragoza: en la imprenta de los herederos de Pedro Lanaja. Impresores del Reyno de Aragón, y de la Universidad, año 1663; 4.°, 2 fols. sin n., 41 págs. y 1 hoja-perg. - (B.U.Z., 22 | 3267).
(2) En la obra del Sr. Pacareo, ya citada, se insertan varios documentos muy interesantes, copiados de este Archivo de Protocolos, entre ellos algunos que hacen referencia a incidentes graves entre la Ciudad y el Colegio de médicos, por la expulsión del individuo del mismo, el cirujano D. Miguel Gaset, al que el Concejo tenía en mucha estima.
Las relaciones entre el Colegio y la Universidad se vieron turbadas de un modo escandaloso el año 1672, con motivo de los grados de licenciado y doctor concedidos al bachiller en Medicina D. José Ossera, a los que el Colegio se oponía por no haber hecho los dos años de práctica que prevenía el fuero de 1592 y las Concordias con la Universidad. Esta lucha entre ambas entidades llegó a extremos verdaderamente lamentables y el escándalo en la ciudad fue grande, por los varios manifiestos que una y otra parte dieron a la publicidad; la querella llegó a revestir caracteres de tal virulencia, que la Universidad nombró fiscal especial para incoar causa contra el Colegio; por su parte éste se querelló también contra la Universidad. Fueron presos y encerrados en las cárceles de ésta los doctores Zamora, Nogueras, Blanco y Gregorio, por no querer obedecer las órdenes del Rector y acudir al llamamiento que éste les hizo, con arreglo a Estatuto y a la Concordia establecida, para argüir en las conclusiones de este graduando.
Los procesos criminales incoados fueron "Procesus fraganciae Doctoris Joannis Nogueras", por no haber querido argüir en unas Conclusiones de Medicina, contraviniendo a los mandatos del Rector. Se incoó en 30 de agosto de 1672 y después de preso por el alguacil de la Universidad se manifestó por la Corte del Justicia mayor, por lo que el Rector pasó a interrogarle en la cárcel de manifestados, y hecha la interrogación quedó en este estado la causa.
Otro intitulado "Fraganciæ Doctoris Jusephi Zamora et Doctoris Raymundus Blanco", presos ambos en 1.° de septiembre del expresado año por haberse ocultado para no concurrir a las Conclusiones de Medicina por el grado Ossera, desobedeciendo las órdenes del Rector y haciendo que éste, el Zalmedina y los Jurados, estuvieran toda la mañana esperándolos. Puesta la demanda criminal por el Fiscal quedó la causa sin continuarse.
Otro "Apellatio criminalis procuratoris fiscalis Universitatis", contra el Dr. D. Matías Llera, sobre no haber asistido el día 1.° de septiembre de 1672 a presidir las conclusiones del bachiller José Ossera, no obstante haber aceptado el cargo de Padrino, firmado dichas Condiciones e intimádosele que fuese a presidirlas de orden del Rector Sr. Azlor. Dado el apellido en 2 de septiembre de 1672, se le mandó prender, y no pudiendo ser habido, se proveyó cartel de citación y quedó el proceso en este estado.
Como ven nuestros lectores, la divergencia era porque el Colegio de San Cosme y San Damián entendía que la Universidad atropellaba los privilegios del Colegio, que exigía dos años de práctica a cada bachiller antes de licenciarse; y la Universidad y su autoridad suprema, el Rector, vieron una falta, mejor dicho, un desacato lamentable, en varios colegiales, que pisoteando los Estatutos no comparecieron, como era su deber, para hacer los argumentos en el grado mencionado, desobedeciendo las órdenes del Rector. Prueba que ciertos colegiales - los procesados - no estaban en terreno firme, que cuando el Rector D. Pedro Azlor, obrando con gran energía, dispuso que las conclusiones y los actos para graduar a Ossera pasaran adelante, los doctores colegiales Royo, Usón, Polo y Cerezo, comparecieron puntualmente, manifestando haberse enterado de la orden rectoral y que en cumplimiento de su deber acudían al llamamiento, pero reservándose los derechos para la protesta consiguiente, que a los colegiales de San Cosme y San Damián les correspondía.
Pero no era sólo la cuestión el entender por una u otra parte que se falseaban privilegios o concordias; había otro asunto que entrañaba gravedad suma para nuestra Escuela, y era la que daba lugar a que este grave incidente no tuviera la solución rápida que debía tener en bien de la cultura zaragozana y del buen nombre de las ilustres Corporaciones.
Como derivación de estas cuestiones, el Mayordomo del Colegio había remitido a la Reina gobernadora D.a Mariana de Austria un memorial para que no se confirieran grados de Medicina a hijos y nietos de franceses. Se consideraba como a tal a Ossera, apelando la Universidad, como era natural, ante la Soberana de tan descabellada pretensión.
En el Archivo de la Corona de Aragón (Registro del Consejo de Aragón, núm. 78, folio 307), hemos hallado un documento que habla de este asunto: una carta de la Reina al Virrey de Aragón D. Juan de Austria, en la que dice:
"Por parte de la Universidad literaria de esa Ciudad se me ha dado el memorial cuya copia se os remite con ésta, sobre la aprehensión que el mayordomo de la Facultad de Medicina (quiere decir del Colegio de Médicos) ha hecho para prohibir que no se puedan conferir grados de Medicina a hijos y nietos de franceses, suplicándome mande a su abogado fiscal salga a la defensa de la Universidad para reprimir los procedimientos de los médicos, porque la Justicia tenga su debido cumplimiento, Y habiéndose visto en este mi Consejo Supremo ha parecido remitiros esta materia para que sobre ella déis la providencia que os pareciere conveniente, teniendo la mano en que la Universidad se mantenga en el lustre y decoro que es justo, por ser del Patronado del Rey mi hijo" (1).
Está fechada en Madrid a 31 de octubre de 1673; no hemos hallado el memorial a que se alude presentado por la Universidad, pero la resolución debió ser como ésta pedía, pues los grados de Ossera fueron válidos (2).
A ese memorial de la Universidad contestó el Colegio con otro, que imprimió e hizo público (3), rebatiendo los cargos que se hacían contra él, y explicando, claramente, las causas que a sus colegiales impulsaron a desobedecer las órdenes del Rector y rechazando lo dicho por la misma, de que por francesía no se había admitido en el Colegio al bachiller José Ossera.
Hasta el año 1677 se prolongó esta
desagradable cuestión: en Claustro pleno celebrado el 23 de agosto
de ese año, el Rector manifestó cuán notorio era al dicho Claustro
el pleito que se sostenía con el Colegio de médicos sobre los
grados de licenciado y doctor concedidos al Sr. Ossera, los años que
esta cuestión llevaba pendiente y cuán larga sería la conclusión
y fin de aquél, hasta su terminación por los procedimientos
jurídicos, pareciéndole que había buena coyuntura y fórmula para
ajustar aquél, según se lo habían insinuado al Rector personas de
toda suposición en la Ciudad.
(1) Debemos la copia de ese documento a la amabilidad de nuestra compañera la señorita Aurea Javierre, oficial de aquel Archivo.
(2) El doctor Ossera, tan mal recibido por sus compañeros de Zaragoza, llegó a ser médico de Cámara de S. M. (1690), Protomédico general de los reinos del Perú, de la Real Armada del mar del Sur y también Limosnero de la Catedral de Tarazona, de cuya ciudad - según dice Latassa - fue, quizá, natural.
(3) No lleva título, ni fecha alguna y se encuentra en esta Biblioteca Universitaria, Sección de Varios, núm. 3637, papel 15. - Papeles de Universidad, núm. 3. En ese mismo tomo de Varios hay los papeles núms. 20 y 21 con procesos jurisfirma, sobre los dos años de práctica que se exigían para la medicina en esta ciudad.
Expuso la conveniencia de nombrar personas que por parte de la Universidad trataran y terminaran de una vez este enojoso asunto, dando fin honroso a las diferencias entre ambas entidades, haciendo de nuevo otra Concordia, confiriendo a las personas que se designaran por el Claustro todo el poder necesario para concluir el asunto, sin tener que volver a reunir el pleno. Fueron nombrados para todo lo propuesto los Doctores Peralta, Ciprés, Piedrafita, Torres, Arpayón, Palacín, Vidania, Molina y Juvero, y los Maestros Segovia, Lumbier, Claramonte y Azlor.
Las gestiones fueron llevadas con tanto tino, que ambas partes, borrando todas sus diferencias, ajustaron ese año una nueva Concordia, que se insertó en los Estatutos de 1684 y como suplemento en los de 1753: por ella se determinó que el ejercicio de la medicina exigiría cuatro años de estudios universitarios y dos de práctica y que el Cuerpo examinador se compusiera de seis por la Universidad y siete por el Colegio, pero los que en él figuraban como licenciados y doctores, lo eran con matrícula de cincuenta libras y si bien la certificación de práctica precedía al depósito y a las pruebas de limpieza de sangre que se exigían para ser colegial, el examen se hacía en el Claustro y no en el Colegio.
***
Cuando la Universidad, el año 1741, comenzó sus gestiones en Madrid para el pago del cargo ordinario, retrasado por el Ayuntamiento y necesitó fondos para atender a los gastos que estas gestiones habían de ocasionar, el Colegio Médico hizo la propuesta de 50 libras jaquesas por una vez, en lugar del grado que pudiera tocarle, y caso de que hubiera quien quisiera graduarse a todo coste y según estilo del Colegio, cederían todos sus individuos las propinas a beneficio de la Universidad; esta oferta fue aceptada por el claustro en 21 de Agosto de 1742.
El 22 de febrero de 1755 la Universidad dio informe al Real Consejo de Castilla, de conformidad con la Real provisión de 26 de Septiembre del año anterior, sobre la pretendida aprobación de un nuevo Estatuto hecho por el Colegio de San Cosme y San Damián, el cual hacía referencia a las pruebas de limpieza de sangre que se requerían para su ingreso en él y que a ellas precediera el examen y aprobación de su idoneidad y pericia en la práctica de la medicina, oponiéndose la Universidad en su informe a que el pretendido Estatuto prosperase, pues el Colegio quería que estos exámenes previos se practicasen fuera de la Universidad, lo que se oponía a la concordia pactada y establecida en 1677, que estatuía debía hacerse en la Escuela a presencia del Rector o Vicerrector y de los señores examinadores, seis por la Universidad y siete por el Colegio. (Gestis núm. 3, fol. 233).
En 8 de octubre de 1755 se dictó una Real provisión ordenando que se haga una prueba práctica a los graduados en Medicina para entrar en el Colegio de médicos, pues hasta entonces habían demostrado sus conocimientos, pero su escasa práctica. (Gestis núm. 5, fol. 61).
En 21 de septiembre de 1760 se dicta una Real Cédula por la cual se establece que para ingresar en el Colegio de médicos de esta ciudad se haga un examen en la Universidad por un tribunal compuesto por doce examinadores, entre los cuales entre el Rector o Vicerrector, siendo el padrino elegido entre los componentes del Tribunal. (Gestis núm. 5, fol. 97).
Esta Cédula echaba abajo el nuevo Estatuto que querían los colegiales y restablece, de conformidad con lo propuesto por la Universidad, la concordia pactada en 1677.
En 10 de febrero de 1795 se vio un oficio del Dr. D. Antonio Barredo, dirigido al Claustro de la Universidad y como secretario del Colegio de San Cosme y San Damián, en el cual dice haberse determinado, en reunión extraordinaria celebrada en 26 del mes anterior, comunicar a la Universidad que la parroquia del Arrabal ha ajustado un médico que no es doctor ni incorporado a esta Universidad, lo que perjudica los derechos del Colegio y los de la concordia establecida. Se acordó que el Colegio remita a la mayor brevedad todos los antecedentes del asunto para obrar en consecuencia. (Gestis núm. 21, fol. 261).
A principios del siglo XIX, la supresión del Colegio de Médicos y Cirujanos era cosa descartada. A evitarlo tendieron las gestiones de diversas Corporaciones y entre ellas, la primera, la Universidad; en 11 de diciembre de 1820, en Claustro, se dio cuenta de la R. O. por la cual S. M. mandaba, en vista de las representaciones hechas por la Universidad, la Junta de Gobierno del Hospital de Nuestra Señora de Gracia, el Procurador Síndico de la Ciudad y el Médico D. José Villar, que subsistiera el Colegio de Médicos de Zaragoza con todos los privilegios que le estaban concedidos por los augustos predecesores del Monarca; es una lástima que en el Gestis correspondiente no se inserte esa R. O.
En cambio, cuando los estudios de Medicina quedaron suprimidos en esta Universidad por el plan de 1807 del Ministro Caballero, el Colegio hizo cuantas gestiones pudo para el restablecimiento de esta facultad, que impidió la guerra, pero que a solicitud del Colegio fue restablecida en 1813 en la forma que lo había sido en Alcalá.
Fue muy notable y ruidoso el pleito que sostuvo el Colegio de San Cosme y San Damián el año 1676 contra mosén Juan de Vidos, beneficiado de la parroquial iglesia de San Pablo: humanista y filósofo, Vidos alardeaba de curar, sin título alguno para ello, a muchos enfermos por procedimientos propios.
En un papel que corrió de mano en mano en aquella época, decía Vidos lo siguiente:
"Que movido de la caridad que Dios manda se tenga con el próximo, puede dar sin interés alguno algunos medicamentos y remedios aprobados por autores médicos para la curación de malos granos, diviesos, tiribintos, y carbunclos confirmados; para tumores ardientes, mixtos y fríos; para tumores escrofulentos y esquirros; para los males de pecho que tienen las mujeres y también los hombres; para llagas cacoetes, aunque tengan el hueso gastado y aunque sea de mucho tiempo; para llagas rotundas, pútridas, fétidas, aunque sean callosas; para llagas cabernosas y de cualquier género que sean; para curar la perlesía aunque sea de mucho tiempo; para curar la apoplegía; para curar los niños de los aitos con mucha facilidad, para tabardillos y fiebres malignas; para curar la gangrena y esto dándolos a las personas que se los pidieren y sin aplicarlos con sus manos. Constando que todos los dichos remedios y medicamentos para los males arriba referidos son exteriores y sin tomar cosa alguna por la boca. Y constando que con dichos remedios se han curado muchísimas personas en esta ciudad. Y constando que en la presente ciudad, de muchos años a esta parte, siempre han acostumbrado y acostumbran muchas personas piadosas dar algunos pegados y emplastos y otros medicamentos a las personas que los piden, con tolerancia de dicho Colegio, sin interés alguno ni aplicarlos con sus manos".
En 11 de marzo del expresado año, D. Manuel Urbina y Marquina (1), a nombre de Vidos, presentó en la Real Audiencia un escrito enalteciendo la obra social de su patrocinado y citando los nombres de varias personas que habían depuesto en el pleito a favor de Vidos y entre las cuales figuran, cosa muy singular, el Rector de la Universidad D. Pedro Azlor y el Dr. D. José Cabarte y Medrano, catedrático de Prima de Medicina en esta Universidad.
El Colegio hizo pública la contestación al manifiesto de Vidos, atacando duramente sus razonamientos y manifestando "que sin examen y aprobación no puede nadie ejercer la medicina y que si se permite que mosen Vidos, sin más ciencia de ella que el tener las recetas de Albeytar y del médico de Mus de la Mota, y sin más práctica que haber comunicado por espacio de catorce días a dicho médico que pueda curar, se seguiría que cualquiera que tuviese los secretos de D. Alexos Piamontés (3), o Ubeguerio, o Barignana, o cualquier otro autor, se le debe dar la licencia que mosén Vidos pide".
En ese manifiesto, que es curiosísimo, el Colegio señala una por una las muchas equivocaciones que el famoso curandero ha tenido en diversas ocasiones, y se termina pidiendo que se le despoje de ese derecho que él se ha abrogado, por cuanto sin examen, aprobación y título nadie debe ejercer el oficio de médico en el Reino.
(1) In processo Jurisfirma Joannis de Vidos, beneficiati Parochialis Sancti Paoli, 20 págs. (B.U.Z. Varios, 3637, pap. 18. Papeles de Universidad, núm. 3).
(2) Respuesta al Manifiesto de Mosén Ivan de Vidos, - 16 págs. (B.U.Z., Varios, 3637, pap. 19. Papeles de Universidad, núm. 3).
Ignoramos el fin que este asunto tuviera, pues no hemos hallado documentos posteriores a los citados, pero suponemos que sería, como es lógico y natural, a favor del Colegio de San Cosme y San Damián (1).
Por todo lo expuesto ha podido verse la importancia grande que llegó a alcanzar el Colegio de San Cosme y San Damián de nuestra Ciudad, propagador y divulgador, primero solo y después en unión de la Universidad, de la ciencia de curar, contribuyendo, en gran manera, al esplendor de la Medicina, hasta el punto que los estudios de ella llegaron a alcanzar tanto renombre que de otras Universidades de dentro y fuera de España acudían los escolares ante la fama de estos maestros.
El Colegio se sacrificó siempre en aras de la ciencia, y cuando la peste que nuevamente asoló a Zaragoza en la segunda mitad del siglo XVIII, los colegiales de San Cosme y San Damián dieron un alto ejemplo de civismo, muriendo de resultas del contagio los doctores Bueno, Pérez de Oviedo, Bracho, Uguet, Urbita, Peray y el maestro cirujano Antonio Rubio y enfermando de gravedad los doctores Zamora, Urroz, Borbón y Ximénez.
La labor de los colegiales fue siempre activa y eficaz, contribuyendo con ello al mayor lustre de la Medicina en Zaragoza: lo pone de manifiesto, estudiando y resolviendo problemas de la ciencia de curar, el licenciado Juan de Roda y Bayar, con su obra sobre Cirugía (2), en la que da gran número de recetas para diversas afecciones y enfermedades.
(1) Mosén Vidos no debía ser un charlatán vulgar, por cuanto en 1691 dio a la estampa la primera parte de su obra Medicina y Cirugía Racional y Espajírica sin obra manual de hierro, ni fuego, purificada con el de la Caridad, en el crisol de la Razón y Experiencia, para alivio de los enfermos, con su auditorio de raíces, yerbas, flores, semillas, frutos, maderas, aguas, vinos, etc. - Medicinales que usa la medicina Racional y Espajírica y la farmacopea, donde se explican el modo y composición de los remedios con el uso, dosis y aplicación de ellos.
La obra fue impresa en Zaragoza, por Gaspar Tomás Martínez, y consta de 24 folios de prels. y 512 págs. En el prólogo Vidos explica al lector sus apuros pecuniarios, para seguir la impresión y la ayuda que recibió de los Diputados del Reino. En 1721 Magdalena de Miró, sobrina de Vidos, sacó a luz la segunda parte de esta obra, que dedicó a la Virgen del Pilar, fue impresa por Pascual Bueno, en esta Ciudad. La hemos visto en la Biblioteca de Cogullada.
(2) Recopilación de los más selectos y experimentados remedios, simples y compuestos, para la curación de las enfermedades y accidentes de Cirugía. - Zaragoza, Francisco Revilla, 1730. Bib. Sem. San Carlos.
El colegial D. Agustín Ortiz y Márquez publica el año 1781 una Instrucción popular sobre los sarampiones (1), que da lugar a otro individuo del Colegio de médicos y sustituto de cátedras de Medicina en esta Universidad, el Dr. Ángel Tomás de Elizondo y del Campo, a otro interesante estudio sobre la materia (2); acerca de las viruelas, el Dr. D. Francisco Cano, individuo de este Real Colegio de médicos y cirujanos, hizo muy atinados estudios sobre la vacuna, publicando una obra muy reputada en su época (3) y fundada en los escritos y experimentos hechos en Europa; en ella enseñaba el modo práctico y sencillo de inocular las madres a sus hijos y conocer la vacuna falsa de la verdadera.
Fue muy interesante la polémica suscitada en Zaragoza a mediados del siglo XVIII sobre la composición y el uso de la famosa Triaca magna (4), de la cual ya el Dr. D. Domingo Guillén, médico de Cámara, hijo de esta Ciudad y catedrático que fue de su Universidad, había dado, en una interesante obra, detalles muy curiosos: Don Pedro Bernardo Martínez, boticario, colegial en Zaragoza; don Miguel Indalecio de Ríos, decano; don Pedro Montañana y don Pedro Berné, firmaron y publicaron una Consulta en defensa de la Tryaca magna de Andromacho "el mayor", aprobada por Galeno.
A esa consulta contestaron los doctores Guillén (que ya había tratado este asunto, como hemos dicho), médico de Cámara; D. Bernardo Martínez, decano del Colegio de Médicos y Cirujanos; D. Lorenzo Arias, catedrático de Prima y Regente del Protomedicato; D. José Anadón y Cinco, Médico del Hospital Real y General de Nuestra Señora de Gracia, y D. Miguel Agustín Viciende, catedrático de Anatomía, y otros.
(1) Instrucción popular acerca del conocimiento y curación de los sarampiones que afligen a Zaragoza el presente año de 1781. - Zaragoza, Blas Miedes, 1781.
(2) Reflexiones a la instrucción de los sarampiones que han padecido en Zaragoza en el presente año de 1781, con un medio para precaver las viruelas y el mismo sarampión. - Zaragoza, Luis de Cueto; 1781. (Ambas en la B.U.Z.)
(3) Respuesta a las objeciones que se hacen a la nueva inoculación de la vacuna. - Zaragoza, Medardo Heras, 1802.
(4) Triaca magna de los antiguos, aprobada de los modernos y su justicia y conciencia defendida con autoridad, experiencia y razón. - Zaragoza, Pascual Bueno, 1724.
Después se dio otro papel titulado Satisfacción precisa a una objección voluntaria. Introducción que sirve contra la de la consulta (1), firmado por Francisco de Funes y Luna.
Toda esta discusión que apasionó los ánimos de médicos y boticarios de aquí y fuera de aquí (2) se reducía a lo siguiente, según uno de los informes: " si se había de reformar la
composición de la triaca quitando de ella dichas pastillas de las carnes frescas de las vívoras, y poniendo en su lugar las vívoras secas hechas polvos todos sin discordia han aprobado la antigua composición, sin mudar en ella cosa alguna...."
Otro asunto que fue discutido extraordinariamente, en la época a que hacemos referencia, entre los médicos de España, y que repercutió en nuestra ciudad, fueron las teorías sustentadas - en aquellos tiempos novísimas - acerca de los medios curativos del agua, por el doctor D. Vicente Pérez, vulgarmente llamado el médico del agua, en su obra El promotor de la salud de los hombres (3), El Dr. Pérez, en su libro, no se limitó a cantar las excelencias de su método curativo, sino que arremetió contra los médicos, a los que llegaba a insultar y ofender, tachándolos de ignorantes, egoístas e interesados.
Las propiedades y excelencias del agua las defiende diciendo:
... es tan varia en su método de obrar, que tiene tantas virtudes ella sola cuantas se conocen en todas las medicinas, pues ella es purgante, temperante, diluente, dulcificante, nutriente, estomática, emética, sudorífica, diurética y cordial; ella comprime, ella laxa, ella nutre, ella recrea y, en fin, consolante y Sacramento de la Naturaleza puede con razón llamarse el agua, pues hace en lo natural este elemento puríssimo lo que en lo espiritual los Sacramentos".
(1) No lleva indicaciones tipográficas, pero seguramente fue impreso en Zaragoza, pues está fechado en esta ciudad, en 16 de junio de 1754.
(2) En Pamplona en 1724 se había impreso un folleto sobre el mismo asunto, debido a la pluma del licenciado Pedro Lyriaza.
(3) El promotor de la salud de los hombres, sin dispendio el menor de sus caudales. Admirable método de curar todo mal, con brevedad, seguridad y a placer. Dissertación histórico-crítico-médico-práctica, en que se establece el agua por remedio universal de las dolencias..."- Impresso en Toledo con las licencias necesarias y reimpresso en Zaragoza, año 1753. - 8 h. de prels.; 70 págs. de texto; fol. en b.; 8.° (B.U.Z., XXV).
También tuvo un verdadero interés médico la epidemia acaecida en la ciudad de Barbastro el año 1784 y la intervención que tuvo el Colegio Médico de Zaragoza en el estudio de la misma, y de la cual el colegial D. Antonio de Ased y Latorre hizo un detenido examen, así como de la aplicación del método curativo del Dr. Masdevall (1),
La epidemia de Barbastro, según dictamen de los médicos que fueron a dicha población comisionados por este Colegio, fue de fiebres: "los síntomas eran los peculiares y propios de las continuas y remitentes malignas. Los más frecuentes eran delirios, letargos, síncopes, vómitos enormes, deposiciones serosas muy abundantes; aunque muchas parecían transformarse de continuas en intermitentes, rara vez era total la intermisión, y más frecuente lo contrario. Los efectos favorables de la quina duraban muy poco tiempo, y muchos se hallaban peor con ella, y raro era el que vencía a los esfuerzos de la Naturaleza. Duró esta catástrofe hasta los primeros hielos, en cuya estación mudó con ella la enfermedad. Volvió a aparecer la fiebre catarral, de la que vimos comprendidos algunos casos con notable variedad: no faltaron la petequizante y maligna: los que habían padecido la intermitente recaían con mucha frecuencia, y eran muchos los que de resulta de ella se hallaban con hidropesías, fiebres lentas, sudores nocturnos, etc."
El tratamiento del Dr. Masdevall, empleado en Barbastro, fue el tártaro emético, destituído de la propiedad vomitiva por medio de las sales y la quina, que mezclados todos juntos componen un medicamento disolvente, antipútrido y corroborante. La fórmula empleada con algunos enfermos fue: cuatro onzas de quina, setenta y dos gramos de tártaro emético, media onza de sal de amoníaco y otra media de sal ajenjo, hecho todo opiata, con la suficiente cantidad de jarabe.
(1) Historia de la epidemia acaecida en la Ciudad de Barbastro el año 1784 y exposición del nuevo curativo del Dr. D. Josef Masdevall y Terrades, etc., útil para toda especie de calentura pútrida, continua, intermitente..... - En Zaragoza: Imp. de Blas de Miedes, (s. a.), (1784), 84 págs., (B.U.Z. Varios, XX).
(Lámina 13, pág. 391. Portada de la
obra de Porcell. Juan Tomás Porcell.)
No es posible hablar de pestes en Aragón y no mencionar la acaecida en la segunda mitad del siglo XVI y la intervención que en ella tuvo, para curarla en Zaragoza, el sabio Tomás Porcell, que escribió una obra interesantísima a este asunto dedicada (1).
La obra de Porcell causó en su época extraordinaria sensación, no sólo por la parte doctrinal, sino por los copiosos e interesantes datos que en ella daba de la peste en Zaragoza, peste tan terrible que murieron más de diez mil personas, casi la mitad de la población; no vamos a entrar en el estudio de la obra; para ello no tenemos competencia alguna, pero en ella se ponen de manifiesto los profundos conocimientos del ilustre doctor y su valerosa decisión de abrir los cadáveres de los apestados muertos en el Hospital de Nuestra Señora de Gracia, para estudiar en ellos el proceso de la enfermedad.
Porcell había nacido en Caller, cuando Cerdeña pertenecía a la Corona de Aragón: vino a Zaragoza para ejercer en nuestra ciudad la Medicina. Frailla dice que la explicó en el viejo estudio de Artes, después de haber dado Carlos V el privilegio de erección y fundación de nuestra Universidad el año 1542, El Dr. D. Nicasio Mariscal y García, en su discurso de recepción como miembro de la Real Academia de Medicina, leído el día 8 de febrero de 1914 y dedicado Al Doctor Juan Tomás Porcell y la peste en Zaragoza de 1564 (2) considera al reputado médico tan español y tan zaragozano como si hubiera nacido en el Arco de Cinegio. Los Jurados de la Ciudad pusieron el nombre de Porcell a una calle.
El hacer el catálogo de los más ilustres colegiales sería tarea ardua y difícil y no encajaría en este capítulo; pero los nombres gloriosos en la ciencia médica de Sobrarias, Servet, Porcell, Valderrama, Sala, Negrete, Suñol, Abad Latorre, Liñán, San Juan, Vicién, Durati y otros de los siglos XVI al XVIII, se unen en los tiempos modernos y a lo que en Aragón y Zaragoza se refiere, los no menos ilustres de los Arpal, Fairén e Iranzo, ya muertos, con los Borobio, Cerrada, Lozano, Royo Villanova y Ramón y Cajal (que no son dos, sino solo uno).
(1) Mariscal y García (Nicasio). Discursos leídos en la Real Academia de Medicina para la recepción pública del Ilmo. Sr. D. Nicasio Mariscal y García. - Madrid: Ricardo F. de Rojas, 1914; 4.° mlla. - Publicaciones de La Clínica Moderna: El doctor Juan Tomás Porcell y la peste de Zaragoza de 1504 .... - Zaragoza: Gregorio Casañal, 1914.
(2) Información y curación de la peste en Zaragoza y preservación contra peste en general. Compuesta por Juan Tomás Porcell, sardo, doctor en Medicina. Dirigida a don Felipe, Rey de las Españas, &, protector y restaurador de la fe..... - En Zaragoza, en casa de la Viuda de Bartolomé de Nájera, 1565. (B.U.Z., Sec. de Medicina y Ciencias).
Los estudios de medicina en nuestra ciudad la han honrado y enaltecido siempre, y cuantas veces los gobernantes han querido suprimirlos, bien por nuevos planes de enseñanza, bien por razones económicas, se han encontrado con la oposición tenaz de todas las corporaciones y entidades de Zaragoza, especialmente Ayuntamiento y Diputación, que, como ocurrió en 1868 y 1875, laboraron con verdadero entusiasmo para que dichas disciplinas continuaran enseñándose en nuestra vieja Escuela.